lunes, 22 de octubre de 2012

EL “HOMO VIDENS Y LA SOCIEDAD TELEDIRIGIDA” DE GIOVANNI SARTORI


Por Alejandro Nicolás González de Luna*
 

“Nos encontramos en plena revolución multimedia. Esta revolución está transformando al homo sapiens, producto de la cultura escrita, en un homo videns para el cual la palabra ha sido destronada por la imagen”

 
Giovanni Sartori

 Giovanni Sartori en su obra el Homo Videns plantea como tesis de fondo que a partir de la televisión se ha transformado al hombre que piensa, producto de la cultura escrita, en un hombre para el cual la palabra esta destronada por la imagen. 
 El proceso de comunicación lingüística que nos caracteriza como humanos y nos diferencia de nuestros pasados primitivos se rompe con la llegada del televisor y de la televisión, conllevando que el hecho de ver prevalezca sobre el hecho de hablar por lo que en opinión del autor el telespectador se convierte en un animal vidente más que un animal simbólico. 
 La capacidad simbólica, es pues la distancia entre el homo sapiens y el animal, mientras que el hecho de ver lo acerca a sus capacidades ancestrales. La palabra es un símbolo que se resuelve en lo que significa, en lo que nos hace entender, y entendemos la palabra solo si podemos, por el contrario la imagen se ve y eso es suficiente.
 
La televisión modifica sustancialmente la relación entre entender y ver produciendo una permutación, una metamorfosis, que revierte en la naturaleza misma del Homo Sapiens.  Dado que la televisión no es sólo instrumento de comunicación, es también un instrumento que genera un nuevo tipo de ser humano. Al principio fue la palabra así lo dice el Evangelio de Juan, hoy se tendría que decir que al principio fue la imagen.  
El video niño crece ante un televisor sordo de por vida a los estímulos de la lectura y del saber transmitidos por la cultura escrita, este video niño será un adulto marcado durante toda su vida por una atrofia cultural.
 La televisión beneficia y perjudica, ayuda y hace daño. No debe ser exaltada en bloque, pero tampoco puede ser condenada indiscriminadamente. Frente al progreso de la televisión hay una regresión fundamental: el empobrecimiento de la capacidad de entender. 
 El hombre debe todo su saber y todo el avance de su entendimiento a su capacidad de abstracción. Cierto es que las palabras del lenguaje humano son símbolos que evocan también representaciones y por lo tanto llevan a la mente imágenes de cosas visibles, más sin embargo, casi todo nuestro vocabulario cognoscitivo y teórico consiste en palabras abstractas que no tienen ningún correlato en cosas visibles, por ende su significado no se puede trasladar ni traducir en imágenes.    
El puro y simple acto de ver, la anulación de los conceptos, atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella toda nuestra capacidad de entender. La idea, escribía Kant, es un concepto necesario de la razón al cual no puede ser dado en los sentidos ningún objeto adecuado.
La acusación a la televisión es grave, y no se trata solo de una inquisición o una cruzada en contra del progreso tecnológico, se asume como inevitable el fenómeno del progreso tecnológico, como algo que no se puede ni se debe detener, pero no por ello debemos permitir que se nos escape de las manos, ni debemos darnos por vencidos negligentemente sin tratar de impedir que la cultura de la lectura decaiga rápidamente pues es innegable el hecho de que la televisión no produce por si misma casi ninguna inteligibilidad.
 La inteligibilidad se da partir de que la imagen debe ser explicada, y la explicación que de ella se da en la televisión resulta insuficiente al punto de atrofiar la capacidad de entender.
 Así pues, la cultura de la imagen rompe el delicado equilibrio entre pasión y racionalidad. Porque en general la imagen es portadora de mensajes que encienden los sentimientos, agitan las emociones, excitan los sentidos y apasionan al público es por esto que la televisión empobrece drásticamente la información y la formación del ciudadano. Y sobre todo el mundo en imágenes que nos ofrece el video-ver desactiva nuestra capacidad de abstracción y, con ella, nuestra capacidad de comprender los problemas y afrontarlos racionalmente.
Es cierto que la imagen puede valer más que mil palabras, pero también es verdad que un millón de imágenes no dan un solo concepto. Ver no es conocer, el conocer puede ser ayudado por el ver, pero esto no quita para que el conocer por conceptos se despliegue por entero más allá de lo visible.      
 
*Estudiante de la Maestría en Marketing Político
U A D

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